-Ese es el efecto que tiene ella- le dijo, sin apartar los ojos de ella. -Te hace sentir la persona más feliz del mundo, como si todo estuviera destinado a ser para los dos, juntos. Terminas creyendo que vos la elegiste para hacerte feliz. Pero no, es solo el efecto que tiene ella.-
Él no le creyó, se negaba a creer que todas esas cosas que ella le hacía sentir fuesen un mero efecto; que fuesen las hormonas o reacciones químicas dentro de su ser.
Simplemente se negaba a creer lo innegable; ella tenía ese efecto en las personas que se enamoraban de ella y ella, por eses circunstancias de la vida, se dejaba amar.
Cada una de las pequeñas cosas que el sentía cuando la rozaba, cuando la tocaba, cuando la miraba, cuando la besaba, solo era a causa del efecto que ella tenía.
Se metía en tu cabeza, te enamoraba y hacía que tu vida girara en torno a ella. Porque era lo que a ella más le gustaba, ser amada.
Solo que tenía un pequeño contrapunto: cuando ella se alejaba de ti, tu vida perdía sentido. Y ella ignoraba eso.